martes, 17 de octubre de 2017

En la Bienal, entre Kafka y Zaha Hadid


Una broker, un desarrollador y un filósofo intentaron un diálogo interdisciplinario sobre la vivienda y la ciudad en la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires. 





Una de las mesas más heterodoxas y heterogéneas del ciclo "Arquitectura: ¿para qué?" fue la compartieron la bróker Alejandra Covello. el desarrollador Gustavo Menayed y el licenciado en filosofía Pablo Dreizik.

Covello, pionera en imponer la marca “Palermo Nuevo” en la franja aledaña a las vías del ferrocarril San Martín entre las avenidas Santa Fe y Libertador, subrayó la importancia del trabajo en conjunto entre los arquitectos y los inmobiliarios. “Al principio, me fascinada tanto el saber de los arquitectos que no me animaba a sugerirles nada. Me costaba decirles que no a una idea, o advertirles que lo que proponían no iba a funcionar en el mercado. Hasta que conseguí hacerles entender lo importante que es la mirada del que está en contacto con los compradores y sabe leer las demandas”.

Menayed, Covello y Dreizik junto a las organizadoras del ciclo y autoridades de la Bienal.

Contó el caso de una torre en la calle Sinclair 3045, en la que el desarrollador y el arquitecto querían hacer departamentos de dos ambientes, casi un commodity, y ella los convenció de cambiar el plan por semipisos con dependencia, “y fue un éxito absoluto”, agregó. A modo de conclusión, advirtió que, si bien el consumidor final no necesariamente sabe apreciar la arquitectura, sí sabe “lo que quiere y lo que necesita para vivir o trabajar”, y que los estudios ahora consultan permanentemente a los inmobiliarios sobre el producto a desarrollar.

Torre Sinclair 3045, en Palermo Nuevo.

A continuación, Menayed, titular del Grupo Portland, describió cómo hizo el camino inverso: de la visión pura del mercado a la buena arquitectura. “Los desarrolladores tenemos una buena cuota de responsabilidad por la baja calidad de muchos productos”, admitió en general y en plural. Contó que al comienzo de su actividad no entendía el valor de la arquitectura, empezó a “enamorarse” de los proyectos de estudios como MRA+A, Lopatin o Bodas Miani Anger. Su conclusión fue demoledora: “Hoy tenemos el honor de desarrollar el último proyecto que firmó Zaha Hadid antes de su fallecimiento”, aseguró, en referencia a la torre L'Avenue  Libertador.

L'Avenue, el proyecto de Zaha Hadid Architects para Grupo Portland.


Por último, el licenciado en filosofía Pablo Dreizik, antiguo miembro del grupo grafitero Los Vergara en la década del 80, aportó una mirada crítica sobre algunas problemáticas del urbanismo y la vida en las ciudades. Citando a la filósofa Hannah Arendt, objetó las formas de concebir la ciudad que, en lugar de concebir a la Polis como “el lugar de lo público”, generan “diferencias y jerarquías”. También se refirió a la obsesión por la seguridad, para lo cual citó esta vez un cuento de Franz Kafka, “La madriguera”, y advirtió cómo esta preocupación lleva a mucha a gente, en el terreno de la arquitectura y el real estate, a crearse “un refugio tan perfecto que termina por convertirse en su propia trampa”. Irónicamente los definió como “countries de concentración”.

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